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El canónigo registró todos los bolsillos, y no
encontró su monedero. -Bribón -empezó a gritar
colérico-, tú sirves al demonio, o el demonio te
sirve a ti. Me has robado el reloj y el monedero.
Ya no puedo callar; estoy obligado a denunciarte,
y aún no sé cómo me aguanto y no te propino una
paliza. -Pero al contemplarle tranquilo y
sonriente, se calmó un tanto y continuó: -Bueno,
vamos a tomar las cosas con calma. Venga,
explícame tus misterios. Cómo te las has arreglado
para que mi reloj y mi monedero se escapasen de mi
bolsillo, sin darme cuenta? Y adónde diablos han
ido a para esos objetos?
-Señor arcipreste, respondió Juan
respetuosamente; se lo explico en pocas palabras:
todo es habilidad de manos, inteligencia previa, o
cosa preparada.
-Qué tiene que ver la inteligencia con esa
desaparición de mi reloj y mi monedero?
-Se lo explico en dos palabras. Al llegar a su
casa, estaba usted dando una limosna a un
necesitado y dejó el monedero sobre un
reclinatorio. Al pasar luego de una habitación a
otra, depositó el reloj sobre la mesita. Yo
escondí ambas cosas y, mientras usted pensaba que
las llevaba consigo, resultó que estaban bajo esta
pantalla. Y diciendo esto, levantó la pantalla, y
aparecieron los dos objetos que, según él, el
demonio había llevado a otra parte. Rióse mucho el
buen canónigo; le pidió que le hiciera algunos
otros juegos de destreza y, cuando supo cómo se
hacían aparecer y desaparecer los objetos, quedó
muy satisfecho, le hizo un regalo y ((**It1.348**))
concluyó: -Ve y di a tus amigos que la ignorancia
es el pasmo de los ingenuos, ignorantia est
magistra admirationis.
Juan, pues, habiendo demostrado que en sus
habilidades no había nada de magia, continuó sus
juegos en la pensión, adonde acudían para
distraerse hasta los párrocos. Aún más, si le
invitaban, se prestaba para ir a casa de los
señores y a las casas parroquiales del contorno,
pero siempre a título de amistad. Era famoso
especialmente en cambiar los objetos a lugares
lejanos y hacerlos volver a presencia de la
asamblea. Por esta habilidad los amigos
añadiéronle al sobrenombre de soñador el de mago.
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