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((**Es1.286**) El canónigo registró todos los bolsillos, y no encontró su monedero. -Bribón -empezó a gritar colérico-, tú sirves al demonio, o el demonio te sirve a ti. Me has robado el reloj y el monedero. Ya no puedo callar; estoy obligado a denunciarte, y aún no sé cómo me aguanto y no te propino una paliza. -Pero al contemplarle tranquilo y sonriente, se calmó un tanto y continuó: -Bueno, vamos a tomar las cosas con calma. Venga, explícame tus misterios. Cómo te las has arreglado para que mi reloj y mi monedero se escapasen de mi bolsillo, sin darme cuenta? Y adónde diablos han ido a para esos objetos? -Señor arcipreste, respondió Juan respetuosamente; se lo explico en pocas palabras: todo es habilidad de manos, inteligencia previa, o cosa preparada. -Qué tiene que ver la inteligencia con esa desaparición de mi reloj y mi monedero? -Se lo explico en dos palabras. Al llegar a su casa, estaba usted dando una limosna a un necesitado y dejó el monedero sobre un reclinatorio. Al pasar luego de una habitación a otra, depositó el reloj sobre la mesita. Yo escondí ambas cosas y, mientras usted pensaba que las llevaba consigo, resultó que estaban bajo esta pantalla. Y diciendo esto, levantó la pantalla, y aparecieron los dos objetos que, según él, el demonio había llevado a otra parte. Rióse mucho el buen canónigo; le pidió que le hiciera algunos otros juegos de destreza y, cuando supo cómo se hacían aparecer y desaparecer los objetos, quedó muy satisfecho, le hizo un regalo y ((**It1.348**)) concluyó: -Ve y di a tus amigos que la ignorancia es el pasmo de los ingenuos, ignorantia est magistra admirationis. Juan, pues, habiendo demostrado que en sus habilidades no había nada de magia, continuó sus juegos en la pensión, adonde acudían para distraerse hasta los párrocos. Aún más, si le invitaban, se prestaba para ir a casa de los señores y a las casas parroquiales del contorno, pero siempre a título de amistad. Era famoso especialmente en cambiar los objetos a lugares lejanos y hacerlos volver a presencia de la asamblea. Por esta habilidad los amigos añadiéronle al sobrenombre de soñador el de mago. (**Es1.286**))
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