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CAPITULO XXXIX
JUEGOS DE PRESTIDIGITACION -JUAN ACUSADO DE MAGIA
-COMO SE DISCULPA
AL igual que en años anteriores, también en éste
sigue siendo Juan el portador de la alegría por
todos los lugares donde va. La finura de su trato
educado, franco, cordial y alegre, encantaba. Era
deseado, invitado y bien recibido en las casas de
Chieri y en las reuniones de los jóvenes
pertenecientes a la Sociedad de la Alegría, por
los prodigios que realizaba con sus juegos de
prestidigitación. Toda diversión decente es
siempre lícita en tiempo oportuno. Esos juegos
despiertan tanta atención entre los asistentes,
que no tienen tiempo para pensar o hablar de otra
cosa. Juan con sus palabras se adueñaba de tal
modo de su pensamiento, que los llevaba adonde
quería.
Matar a un pájaro, majarlo en el mortero,
merterlo en el cañón de una pistola, disparar y
verlo volar vivo y sano, era uno de los juegos que
hacía con más frecuencia. Sacaba de la misma
botella vino blanco o tinto, a gusto de los
convidados. Un día apostó que haría desaparecer un
gran plato de cordero preparado en la cocina y lo
mandaría a otra casa del barrio. Algunos a
escondidas hacían señales en el plato: todos
estaban alerta con gran curiosidad; pero, después
de unos gestos, unas palabras ininteligibles y
((**It1.344**)) largos
razonamientos, Juan anuncia que el prodigio está
hecho e invita a todos a ir a la casa indicada
para cerciorarse. Todos echan a correr al lugar
designado y encuentran en efecto la misma comida,
igual la prometida. Ya se comprende cómo pudo
haber sucedido la cosa; pero, se necesita una
presencia de espíritu nada común, para absorver
los pensamientos y entretener la atención de los
presentes hasta el punto de no darse cuenta de
cómo y cuándo se realiza el juego. Era habilísimo
en el manejo de cubiletes. Ver salir de una
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