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((**Es1.282**) a casa; pero ni haciéndole una señal con la cabeza, ni pasando junto a él, o tosiendo, lograba que se moviera; él continuaba lo mismo, inmóvil, hasta que no le sacudía con la mano. Sólo entonces, como despertando de un sueño, se movía y, aunque a desgana, aceptaba mi invitación. Ayudaba con mucho gusto la santa misa aun en los días de clase, si podía; pero en los días de vacación era para él cosa ordinaria ayudar cuatro o cinco. Si el tiempo se lo permitía, asistía a todas las funciones que se celebraban en las iglesias de la ciudad. Y, aunque tan concentrado en las cosas espirituales, nunca se le veía melancólico o triste; siempre estaba alegre y contento. Con su afable conversación alegraba a cuantos trataban con él, y solía repetir que le gustaban mucho aquellas palabras del Profeta David: Servite Domino in laetitia: Servid al Señor con alegría>>. (**Es1.282**))
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