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((**Es1.281**) los hombres fueran verdaderamente devotos de María, íqué felicidad habría en este mundo!>>. Estas expansiones del corazón no se tienen más que con los que son capaces de entenderlas y gustarlas. Y uno de esos era Juan, aunque, por modestia, calle su nombre. ((**It1.341**)) Luis Comollo podía ser propuesto como modelo para todos los jóvenes por su ejemplar conducta, su obediencia y su docilidad. En una edad tan inclinada a los cambios, se mantenía uniforme y constante en la práctica de todas las virtudes. Como le gustaba mucho el retiro, no salía nunca sin permiso de los dueños con quienes estaba a pupilo, lo que servía de estímulo a los otros huéspedes para vivir virtuosamente. Siempre tenía buen humor, pero nunca manifestaba lo que era de su mayor gusto. Juan, que tenía con él tanta intimidad, no le oyó nunca quejarse del calor o del frío de las estaciones, de la comida, del demasiado trabajo o estudio; más aún, cuando tenía un momento libre acudía en seguida a otro compañero para que le aclarara alguna dificultad. Hablaba con gusto de historia, de poesía, de la lengua italiana o latina, de un modo tan humilde y jovial, que, al manifestar su propio sentir, demostraba siempre que lo sometía al de los otros. En los estudios sobresalía por talento entre los más distinguidos. Y era tan diligente que dijo su profesor no recordaba haber tenido que reprocharle la menor negligencia. Asistía asiduamente a los actos religiosos de las escuelas, siempre bien compuesto y atento a la divina palabra, oía con gran devoción la santa misa, profesaba la mayor veneración y respeto a los ministros sagrados, y no permitía que nadie les faltara al debido respeto con bromas o chistes. En los días festivos, una vez terminadas las funciones en la capilla de la congregación, ordinariamente los estudiantes se iban de paseo o a alguna otra distracción. Comollo, persuadido de que podía privarse de estos pasatiempos, se dirigía en seguida con Juan al catecismo de los niños, que solía tener lugar en la iglesia de San Antonio. ((**It1.342**)) Todos los días iba Comollo puntualmente a la catedral a visitar al Santísimo. Durante varios meses fue Juan precisamente a aquella hora porque le edificaba verle. He aquí cómo él mismo le describe: <(**Es1.281**))
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