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con un libro en la mano llevaba una vaca a pastar,
se encontró por el camino que atravesaba el valle
con don Cinzano, ecónomo parroquial de
Castelnuovo, que iba a visitar a los enfermos.
Admirado del porte de aquel joven a quien veía por
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primera, don Cinzano le preguntó quién era y qué
quería ser; y enterado de que se trataba de aquel
Juan Bosco, de quien ya le había hablado Evasio,
se entretuvo un rato con él, preguntándole por los
estudios hechos y por los deseos de ser un día
sacerdote. Tan satisfecho quedó de las respuestas
de Juan que, de vuelta por aquellos alrededores,
lo mandó llamar, y tras un breve diálogo, quedó
admirado de su despejado ingenio profundamente
cristiano y concibió la más alegres esperanzas.
Después le dijo: -Todavía no he abierto casa en
Castelnuovo, puesto que debo ausentarme con
frecuencia. Si quieres ir a la casa parroquial
para guardarla, como si fueras el portero, te
concedo albergue en ella. Yo te proporcionaré el
pan y María Febraro te preparará
la comida. Allí podrás estudiar con toda
comodidad. Pide permiso a tu madre y vente pronto.
-Juan aceptó la mar de alegre la proposición y
cumplió puntualmente en su nuevo puesto.
Este encuentro providencial rompió un nuevo
plan que Juan iba fraguando en su mente. Aunque
obediente al consejo de don Cafasso, acariciaba
todavía la intención de consagrarse a las misiones
extranjeras, tanto más cuanto que, por entonces,
la Obra de la Propagación de la Fe, fundada en
Lyon, aunque andaba en sus comienzos, ya tenía
fama por el Piamonte. Las Cartas edificantes de la
Obra, en la que se describían las fatigas y los
martirios de los misioneros, se leían con avidez.
De no haber alcanzado la seguridad de que el
teólogo Cinzano y otros bienhechores le iban a
ayudar, él se hubiera hecho misionero. Así se lo
confiaba él mismo al profesor don Juan Turchi. Y,
desde luego, no hay que creer que fuera una
veleidad. El buen Dios se servía de las
contrariedades humanas para concebir y aumentar en
su corazón un deseo que conservó continuamente,
hasta que logró realizarlo. Estaba destinado a ser
no sólo religioso y ((**It1.329**))
misionero, sino fundador de Congregaciones
religiosas y de extensas misiones en países
extranjeros y de infieles.
Don Cinzano, una vez ganada en concurso la
parroquia de Castelnuovo, tomó solemne posesión de
ella en el mes de agosto. Y Juan siguió durante
todas las vacaciones en la casa parroquial,
prestando los servicios que podía. El párroco
admiraba la piedad de su protegido y, como era
hombre culto, se entretenía a menudo con él
hablando de las materias estudiadas, de la
hermosura de la lengua y del estilo de los autores
explicados, el modo de interpretarlos,
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