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((**Es1.264**) veces me sucedió que me pillaba la hora de levantarme con las Décadas de Tito Livio entre las manos, cuya lectura había empezado la noche anterior. Esto arruinó mi salud, de tal forma que, durante varios años de mi vida, parecía estar al borde de la tumba. Por eso siempre aconsejaré a los jóvenes que hagan lo que puedan y no más. La noche se hizo para descansar. Y, fuera del caso de necesidad, nadie debe dedicarse a estudios, después de cenar. Un hombre robusto resistirá durante algún tiempo, pero acabará por dañar más o menos su salud>>. La tenaz memoria de Juan era un don extraordinario que Dios le había concedido. El no dejó enmohecer este tesoro, sino que lo perfeccionó con el continuo ejercicio, estudiando no sólo los puntos principales de los libros, sino el libro entero, desde el primer renglón hasta el último, fijándose especialmente en los textos más difíciles ya fuera por la lengua, primero el latín y después el griego, ya fuera por la construcción de los períodos, o por la misma oscuridad del sentido, sin cansarse jamás hasta haberse posesionado plenamente de ello. Leía además a los célebres comentaristas de los clásicos latinos ((**It1.319**)) e italianos y todas las gramáticas entonces conocidas que podía hallar a mano. Parece que esta facultad no se debilitó en él con el correr de los años, puesto que el último de su vida, después de las audiencias de varias horas, solía recrear a sus dos secretarios recitando algún terceto de Dante o alguna octava real de Tasso: después se detenía de pronto, como si no recordara los versos siguientes, e invitaba a sus oyentes a seguir; lo que no siempre sabían éstos hacer, y entonces él les apuntaba sugiriendo el primer verso, y si aún quedaban estancados, continuaba él, sin más, la parte del poema hasta el fin, como si la tuviera ante los ojos. Esto era para él una distracción; y los secretarios que así lo entendían, empezaban a veces ellos mismos a recitar cualquier estrofa del final o del medio de un poema, que don Bosco nunca se encontraba embarazado para continuar. Dos meses antes de su muerte, iban con él en coche don Rúa y su secretario; cayó la conversación sobre ciertos pasajes de historia sagrada, que sirvieron a Metastasio de argumento para uno de sus dramas. Y él, el venerando Padre, se puso a declamar con gusto y sin errar, las escenas más emocionantes de este autor. Y eso que desde los cursos del gimnasio no había abierto más aquellos libros. De aquí tomaba don Bosco ocasión para animar a sus jóvenes clérigos a estudiar mucho y a aprender muchas cosas de memoria, aun al pie de la letra: -Adquirid muchos y variados conocimientos, (**Es1.264**))
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