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no sea que el que lo oye te avergüence y que tu
difamación no vaya>>. 1 En efecto, habiéndole
preguntado a don Bosco por qué hizo lo que vamos a
ver, respondió: -Para condescender con el deseo de
los compañeros. -Y así, sin calcular las
consecuencias de sus palabras, dijo que, para dar
gusto a los amigos, se apostaba de buena gana con
aquel charlatán a jugar, a saltar y a cualquier
otro ejercicio gimnástico. Un imprudente amigo
contó en seguida estas palabras al saltimbanqui,
el cual aceptó el desafío, burlándose del retador.
Los estudiantes aplaudieron a su campeón, el cual
ya comprometido, se consoló pensando que, si le
favorecía la victoria, el adversario avergonzado,
abandonaría el campo.
Pronto corrió la noticia por Chieri: -Un
estudiante desafía a un corredor profesional. -El
lugar escogido fue la alameda de la Puerta de
Turín. La apuesta era de veinte liras. Como Juan
no tenía tal cantidad, varios amigos de familias
acomodadas que pertenecían a la ((**It1.313**))
Sociedad de la Alegria, le ayudaron.
Asistían todos los estudiantes y una enorme
multitud. Se eligieron los jueces. Juan se quitó
la chaqueta para estar más libre en los
movimientos: luego se santiguó y se encomendó a la
Virgen, como acostumbraba hacer en todas las
circunstancias grandes y pequeñas de su vida.
Comenzó la carrera y su rival le tomó algunos
pasos de ventaja; pero en seguida Juan ganó
terreno y le dejó tan atrás, que éste se paró a
mitad de la carrera dándole por ganada la partida.
-Te desafío a saltar -dijo-;y tendré el gusto
de verte en una acequia hecho una sopa; pero hemos
de apostar cuarenta liras, o más, si quieres. -Los
estudiantes que habían expuesto la primera
cantidad, aceptaron el desafío y como le tocase al
charlatán la elección del lugar, fijó el salto:
consistía en saltar un canal hasta el muro de
contención. Los contendientes, rodeados de una
multitud de muchachos y personas adultas, se
dirigieron al sitio indicado. El canal era
bastante ancho y llevaba mucha agua. Saltó primero
el charlatán y llegó a poner los pies junto al
muro justamente, de modo que no se podía ir más
allá; pero tuvo que agarrarse a un árbol de la
orilla para no caer al agua. Todos estaban en
suspenso y atentos para ver de qué era capaz Juan,
ya que parecía imposible llegar más allá de donde
había llegado el charlatán.Pero el ingenio vino en
su ayuda. Dio el mismo salto, apoyó las manos
sobre el parapeto o muro y cayó de la otra parte
quedando en pie. Le dieron un gran aplauso.
El charlatán gritó desdeñosamente: -Te desafío
otra vez. Escoge
1 Prov., XXV, 9-10.
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