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((**Es1.260**) no sea que el que lo oye te avergüence y que tu difamación no vaya>>. 1 En efecto, habiéndole preguntado a don Bosco por qué hizo lo que vamos a ver, respondió: -Para condescender con el deseo de los compañeros. -Y así, sin calcular las consecuencias de sus palabras, dijo que, para dar gusto a los amigos, se apostaba de buena gana con aquel charlatán a jugar, a saltar y a cualquier otro ejercicio gimnástico. Un imprudente amigo contó en seguida estas palabras al saltimbanqui, el cual aceptó el desafío, burlándose del retador. Los estudiantes aplaudieron a su campeón, el cual ya comprometido, se consoló pensando que, si le favorecía la victoria, el adversario avergonzado, abandonaría el campo. Pronto corrió la noticia por Chieri: -Un estudiante desafía a un corredor profesional. -El lugar escogido fue la alameda de la Puerta de Turín. La apuesta era de veinte liras. Como Juan no tenía tal cantidad, varios amigos de familias acomodadas que pertenecían a la ((**It1.313**)) Sociedad de la Alegria, le ayudaron. Asistían todos los estudiantes y una enorme multitud. Se eligieron los jueces. Juan se quitó la chaqueta para estar más libre en los movimientos: luego se santiguó y se encomendó a la Virgen, como acostumbraba hacer en todas las circunstancias grandes y pequeñas de su vida. Comenzó la carrera y su rival le tomó algunos pasos de ventaja; pero en seguida Juan ganó terreno y le dejó tan atrás, que éste se paró a mitad de la carrera dándole por ganada la partida. -Te desafío a saltar -dijo-;y tendré el gusto de verte en una acequia hecho una sopa; pero hemos de apostar cuarenta liras, o más, si quieres. -Los estudiantes que habían expuesto la primera cantidad, aceptaron el desafío y como le tocase al charlatán la elección del lugar, fijó el salto: consistía en saltar un canal hasta el muro de contención. Los contendientes, rodeados de una multitud de muchachos y personas adultas, se dirigieron al sitio indicado. El canal era bastante ancho y llevaba mucha agua. Saltó primero el charlatán y llegó a poner los pies junto al muro justamente, de modo que no se podía ir más allá; pero tuvo que agarrarse a un árbol de la orilla para no caer al agua. Todos estaban en suspenso y atentos para ver de qué era capaz Juan, ya que parecía imposible llegar más allá de donde había llegado el charlatán.Pero el ingenio vino en su ayuda. Dio el mismo salto, apoyó las manos sobre el parapeto o muro y cayó de la otra parte quedando en pie. Le dieron un gran aplauso. El charlatán gritó desdeñosamente: -Te desafío otra vez. Escoge 1 Prov., XXV, 9-10. (**Es1.260**))
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