((**Es1.259**)
tales habilidades, parecían cosas del otro mundo.
A menudo daba sesiones en público y en privado. Y
como la memoria me favorecía bastante, me sabía
((**It1.311**)) al pie
de la letra grandes párrafos de los clásicos,
particularmente en verso. Estaba tan familiarizado
con Dante, Petrarca, Tasso, Parini, Monti y otros,
que los podía citar a capricho como si fueran cosa
mía. Por eso me resultaba realmente fácil
improvisar sobre cualquier tema. En aquellas
diversiones, en aquellos espectáculos, a veces
cantaba, a veces tocaba, o componía versos que se
tenían por obras de arte, cuando en realidad no
eran más que trozos de autores adaptados al tema
propuesto. Por eso nunca di mis composiciones a
otros, y alguna que escribí, procuré echarla al
fuego. Pero, a fuerza de hacer versos, adquirí tal
facilidad para rimar las palabras, que después,
cuando empecé a predicar, todos notaban la
cantidad de rimas que se me escapaban de la boca,
tanto que hube de hacer grandes esfuerzos para
remediar aquel defecto>>. Aún dura el recuerdo de
dos academias, en las que él tomó parte, una de
homenaje al alcalde y otra en honor de la misma
ciudad de Chieri.
Su habilidad gimnástica dio ocasión aquel año a
un singular suceso. Ensalzaban algunos hasta las
nubes a cierto saltimbanqui, que había dado un
espectáculo público recorriendo a pie la ciudad de
Chieri de punta a punta en dos minutos y medio,
que casi es el mismo tiempo que emplea una
locomotora a gran velocidad. Reservaba éste para
el domingo los juegos más nuevos y llamativos.
Como éstos atraían a muchos chiquillos, resultaba
que a Juan le quedaban pocos para llevarlos a la
iglesia. Esto le causaba mucha pena. Intentó
convencer a los muchachos que hacían mal yendo a
ver al saltimbanqui a aquellas horas, pero fue lo
mismo que hablar a sordos. Mandó a algunas
personas para invitar al saltimbanqui a que parara
sus juegos, al menos durante el tiempo de las
funciones en San Antonio; pero el mal educado
sujeto se echó a reír. ((**It1.312**)) Más
aún, orgulloso de su se jactaba de valer más que
todos los estudiantes juntos, estar pronto a una
apuesta y seguro de ganarla. Los estudiantes se
dieron por ofendidos ante tal provocación. Se hizo
de ello cuestión de honor; se trató de cómo
obligar al charlatán a retractarse de aquel
insulto: todas las miradas se clavaron en Juan,
que no quiso dejar de hacer causa. común con
ellos: lo contrario, hubiera sido ofenderlos: por
otra parte preveía que, con ventaja para el bien
de los mismos estudiantes, adquiriría mayor
ascendiente sobre ellos. También aquí viene a
propósito el consejo de Salomón: <(**Es1.259**))
<Anterior: 1. 258><Siguiente: 1. 260>