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Entretanto, ya había pensado don Cafasso en la
manera de facilitar a Juan el camino del
sacerdocio. Juan volvió a Chieri y, apenas pudo,
fue a Turín al Convictorio de San Francisco de
Asís, se presentó a don Cafasso, le manifestó su
estado y su decisión, y le pidió consejo. Don
Cafasso le disuadió de entrar en los franciscanos,
diciéndole: -Siga tranquilamente los estudios,
entre en el seminario y secunde lo que la
Providencia le prepara. -Don Cafasso adivinó de un
golpe de vista la misión a que estaba
destinado Juan.
Cuando Margarita supo la última decisión de su
hijo, siguió tan contenta como antes. -Con tal,
decía ella, que se haga la voluntad de Dios.
Y, en efecto, parece que la divina voluntad
confirmaba sus designios aquel mismo año con otro
sueño, que don Bosco narró confidencialmente a don
Julio Barberis hacia 1870. Había anotado en su
manuscrito: <>. Le había parecido ver un majestuoso
personaje, vestido de blanco, radiante de luz
esplendorosa, que guiaba una cantidad innumerable
de muchachos. Se dirigió a él y le dijo: -Ven
aquí: ponte al frente de estos muchachos y guíalos
tú mismo. -Pero yo no soy capaz de guiar y enseñar
a esos miles de chiquillos, respondió Juan. -El
augusto personaje insistió imperiosamente, hasta
que Juan se puso al frente de aquella multitud
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muchachos y empezó a guiarlos, de acuerdo con la
orden recibida.
Por todas estas razones Juan abandonó la idea
de entrar en los franciscanos; pero sintiendo
siempre en su corazón un deseo inexplicable de
hacerse religioso donde quiera que fuera, continuó
los estudios, que no interrumpió en este tiempo.
Muchos querrán saber quién era este Evasio
Savio, que tanto influyó en el porvenir de Juan.
Responderá por mí nuestro carísimo hermano, ya
difunto, don Domingo Ruffino. <(**Es1.254**))
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