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CAPITULO XXXII
EL PENSAMIENTO DE LA VOCACION -JUAN DETERMINA
HACERSE FRANCISCANO -MOZO DE CAFE -IMPIDE LAS
MALAS CONVERSACIONES -ELOGIOS DE SU CONDUCTADA
CLASE DE LATIN AL SACRISTAN DE LA CATEDRAL
CON el curso de humanidades veía Juan que llegaba
el momento de determinarse sobre su vocación. El,
que antes deseaba tan intensamente hacerse
sacerdote, ahora sentía un temor reverencial, al
pensar en la sublimidad de tal estado, en su
propia mezquindad y en las obligaciones eternas
que habría de contraer con Dios. <>. 1
Sobre este punto de su vida dejó Juan escrita
una página de sublime humildad. <((**It1.287**)) para
este estado, hacían dudosa y bastante difícil tal
deliberación. íOh, si entonces hubiera tenido un
guía que se hubiese ocupado de mi porvenir!
Hubiera sido para mí un gran tesoro; pero este
tesoro me faltó. Tenía un buen confesor, que
pensaba hacer de mí un buen cristiano, pero que,
en cosas de vocación, no quiso inmiscuirse nunca.
Aconsejándome conmigo mismo, después de haber
leído algún buen libro, decidí entrar en la orden
franciscana. -Si me hago sacerdote secular,
pensaba para mí, mi vocación corre el riesgo de
naufragar. Abrazaré el estado eclesiástico,
renunciaré al mundo, entraré en el claustro, me
daré al estudio, a la meditación, y así, en la
soledad, podré combatir las pasiones,
especialmente la soberbia, que ha echado hondas
raíces en mi corazón>>.
1 Levít., XXVI, 2.
(**Es1.241**))
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