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((**Es1.235**) Al acercarse el término del año escolástico las escuelas de Chieri recibieron la visita del abogado y profesor don José Gozzani, Magistrado de la Reforma y hombre de muchos méritos. Iba a presidir la comisión examinadora y a informarse de cómo andaban los estudios. ((**It1.278**)) Su nombre era el terror de los estudiantes, por su justicia legal, pero inexorable. Al esparcirse la noticia de su llegada, los estudiantes se excitaron mucho y se hacían grandes cábalas, se oían palabras amenazadoras. Don Gozzani, hombre calculador y de sangre fría, informado de la poco favorable acogida que le iban a dispensar los alumnos, apenas llegó a Chieri, los reunió y les dirigió unas palabras, prometiéndoles que no sería riguroso ni severo. Calmados los ánimos, dictó el tema de examen escrito, recogió los trabajos, y se marchó rápidamente a Turín. Envió desde allí las calificaciones, que no fueron muy benignas. Con todo, los condiscípulos de Juan, que eran cuarenta y cinco, pasaron todos a la clase superior de humanidades, que corresponde a nuestro cuarto curso de gimnasio. El corrió peligro de ser suspendido por haber pasado copia de su trabajo a otros; mucho le valió la protección de su profesor el respetable P. Domingo Giussiana, que obtuvo para él un nuevo tema, que le salió bien, gracias a lo cual alcanzó el paso con todos los votos. Había logrado ganarse las simpatías de don Gozzani, el cual fue benévolo con él al concederle la segunda prueba. Juan guardó de esto gratitud y buen recuerdo, de suerte que mantuvo siempre estrecha y amigable relación con este sacerdote, el cual habiendo ido a vivir a Multedo Superiore, cerca de Oneglia, su patria, fundó entre otras muchas obras de caridad un plaza gratuita en el colegio salesiano de Alassio para un jovencito que deseara estudiar para sacerdote. Había entonces la lamentable costumbre de que, en cada curso escolar, el Ayuntamiento dispensara, al menos a un estudiante, a título de premio, de una tasa existente de doce liras. Para conseguir este premio era necesario obtener las máximas calificaciones en los exámenes y en la conducta. La fortuna anduvo siempre ((**It1.279**)) de parte de Juan que alcanzó la dispensa de tal tasa cada año. Existe en nuestros archivos el certificado de promoción del 22 de agosto de 1833, firmado por el padre Sibilla, prefecto de estudios: las firmas de cada bimestre del canónigo Clapié y de don Piovani, directores espirituales, del profesor padre Giussiana y del prefecto demuestran su diligencia en el estudio y su óptima conducta. Con el curso escolástico 1832-33 acabó sus estudios el hijo de la señora Lucía y Juan se despidió de su hospitalaria casa, en la que tantos favores recibió y a la que tanta alegría proporcionó con su (**Es1.235**))
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