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Juan. Este, en efecto, entre otras virtudes, daba
pruebas de humildad en su trato con los
condiscípulos. Aquel mismo año un compañero le
quitó secretamente un cuaderno, copió un soneto
cambiando alguna que otra palabra, y luego lo hizo
pasar de mano en mano entre los condiscípulos,
afirmando que era suyo. Mientras saboreaba las
alabanzas que todos le tributaban, unos días
después aquel escrito cayó en manos de Juan, el
cual sin darse por ofendido por aquella
descortesía y sin atribuirse el honor del trabajo,
guardó silencio, pues le repugnaba avergonzar al
amigo; pero escribió al pie del soneto esta frase:
Est ne de sacco ista farina tuo? (Es de tu saco
esta harina?), lo dobló y, por un tercero, lo
devolvió al vanidoso ladronzuelo.
Conocidos que fueron en Chieri su piedad y su
temple, sus habilidades y su maravilloso
aprovechamiento en los estudios, muchas familias
le buscaban para que diera repaso a sus hijos;
algunos, compañeros de clase, y otros, de clases
superiores de humanidades y retórica; ((**It1.277**)) así
empezó a dar clase y a atender alumnos en las
casas particulares. Fin principal de Juan era
hacer el bien, pero no rehusaba las pequeñas
retribuciones que le ofrecían. Así la divina
Providencia le proporcionaba los medios para
proveerse de lo que necesitaba para traje, ropa
blanca, objetos de clase y demás gastos, sin
ocasionar molestias a la familia. Por todas partes
le llamaban para entretener a las familias, y él
se prestaba a ello de buena gana, siempre que
podía hacerlo sin daño para sus estudios o la
virtud. Hemos oído exclamar a más de uno que trató
con él en aquellos años: -íEra tan bueno que no
podía serlo más! - Era consejero de los
compañeros, era pacificador y hasta maestro en el
camino de la perfección. Efectivamente, la
Sociedad de la Alegría seguía sus actividades, con
gran provecho para sus asociados.
Entretanto, estaba ya para cumplir los
dieciocho años y aún no había recibido el
sacramento de la confirmación. No era muy
frecuente en aquellos tiempos la administración
del santo crisma por los pueblos del campo. Pero
aquel año, el celo del teólogo Vaccarino
proporcionaba esa suerte a los feligreses que no
lo habían recibido. Juan se puso en seguida de
viaje y recibió el santo crisma en Buttigliera de
Asti, el 4 de agosto de 1883, de manos de monseñor
Juan Antonio Gianotti, arzobispo de Sássari,
siendo padrino el señor José Marsano y madrina la
condesa Josefina Melina. No tenemos noticias de
cómo nuestro Juan se preparó a tan grande acto;
pero, por los evidentes efectos que manifestaron
en él los dones del Santo Espíritu, podemos muy
bien deducir la viveza de su fe.
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