((**Es1.23**)
de los de España, que habían restablecido la
Constitución de 1812,
obligando a Fernando VII a doblegarse a su
voluntad, resolvieron intentar algo semejante en
sus respectivas naciones, para tener la
oportunidad de pescar en río revuelto y hacer la
guerra a Roma. El primero en alzarse fue el
ejército napolitano, en el que había muchos
oficiales y soldados que pertenecían a la
masonería. El rey pecó de debilidad: concedió la
Constitución española y, luego, asustado, huyó de
Nápoles. El Parlamento reorganizaba el ejército
para sostener la rebelión. Pero fué derrotado por
cincuenta mil austríacos el 7 de marzo de 1821 y
el orden quedó restablecido en todo el reino.
En el Piamonte el pueblo no pensaba en
revueltas: amaba a su
soberano Víctor Manuel I, príncipe justo, piadoso
y de buen corazón; pero por orden de la Gran Venta
de París, algunos nobles sectarios y ambiciosos se
reunieron secretamente en Turín en los palacios de
los embajadores de Francia y de España y del
Enviado de Baviera, para concretar el modo de
obligar al rey a conceder una constitución como
las española. Estaban en íntima relación con los
conjurados de Milán y con los sectarios de Roma y
de Nápoles. Entre las resoluciones tomadas estaban
las ((**It1.7**)) de que,
evacuadas las ciudades lombardas por las
guarniciones austríacas que habían acudido a
Nápoles, el ejército piamontés descendiera a
Lombardía para ayudar a los sublevados, los cuales
deberían apresurarse a tomar las armas; y que en
Roma se proclamara la república. Pero la policía
austríaca descubrió esta trama, a fines de 1820, y
arrestó a los conjurados, a los cuales se les
conmutó la pena de muerte por la de cárcel
perpetua. Con todo, los estudiantes de la
universidad de Turín promovieron alborotos a
comienzos de 1821 y las tropas emplearon las armas
con derramamiento de sangre. Represión inútil. De
Ginebra se enviaba dinero para corromper a los
soldados y las guarniciones de Turín y de
Alessandria se rebelaron. Carlos Manuel renunciaba
a la corona en favor de su hermano, en el mes de
marzo; y trece mil austríacos con seis mil
soldados piamonteses, que habían permanecido
fieles, ponían término a una sedición que duró
treinta días.
Los sectarios de los Estados Pontificios, para
cumplir la parte del
programa que se les había encomendado, tras la
rebelión de Benevento y de Pontecorvo, se
apoderaron de estas tierras, declarando caído el
gobierno papal. Formaron partidas armadas,
recorrieron el territorio de Ascoli proclamando a
gritos la libertad de Italia, robandeo, como de
costumbre, el dinero público y privado y abriendo
las cárceles a los malhechores; pero tuvieron que
huir y esconderse, porque de ninguna parte podían
esperar ayuda. Siguieron, sin embargo,(**Es1.23**))
<Anterior: 1. 22><Siguiente: 1. 24>