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CAPITULO XXX
JUAN LLEVA LOS COMPAÑEROS A LA IGLESIA Y A LOS
SACRAMENTOS -LOS PASEOS EN LOS DIAS DE VACACION
-SU ESPECIAL DEVOCION A LA VIRGEN -SU AFECTO A LA
FAMILIA -MUERTE DE PABLO BRAJA -JUAN VUELVE A
CASTELNUOVO
JUAN, atento a su provecho espiritual y al de sus
compañeros, les animaba a frecuentar las funciones
sagradas y los sacramentos en los días de fiesta,
y con su agradable trato lograba arrastrar a la
iglesia aún a los que no pertenecían a la Sociedad
de la Alegria. Los domingos, después de cumplidos
los deberes del buen cristiano, y los días de
vacación, para librarles del ocio y de las
compañías menos buenas, les preparaba oportunas
diversiones y los entretenía con juegos de
prestidigitación, que les gustaban con locura, y
que él había aprendido de intento para animarlos
al bien. Por todo esto era respetado por sus
compañeros como capitán de un pequeño ejército.
Frecuentemente llevaba a sus amigos de paseo,
fuera de la ciudad. Terminaban siempre con la
visita a una parroquia o santuario, donde entraban
para adorar a Jesús Sacramentado y saludar a
((**It1.267**)) la
imagen de la Santísima Virgen. Caminaban por las
hermosas colinas que rodean a Chieri y, yendo de
pueblo en pueblo, prolongaban el paseo con gran
satisfacción de todos hasta volver a casa, ya
pasada la hora de la comida.
A veces, al rayar el alba, iban a buscar setas
por los bosques de Superga y se pasaban allí toda
la jornada. Se llamaban unos a otros desde lo alto
de las colinas, se respondían desde el fondo de
los barrancos; gritaban largo rato con gran
alegría, y cantaban despreocupadamente. Unos
llenaban de setas el sombrero, otros las mangas de
la chaqueta, atándolas por los extremos a manera
de saco, otros se las metían en el seno. Volvían a
casa al anochecer cansados, con la cara enrojecida
de tanto correr, sudorosos, alegres y con hambre
canina.
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