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((**Es1.223**) ejemplos que aún guardo en la memoria. Durante la semana la Sociedad de la Alegria. se reunía en casa de uno de los socios para hablar de religión. A esta reunión iba libremente el que quería. Garigliano y Braja eran los más asiduos. Nos entreteníamos un poco en ameno recreo, con charlas piadosas, ((**It1.263**)) lecturas religiosas, oraciones, dándonos buenos consejos y avisándonos de los defectos personales, que uno hubiese observado o de los que hubiera oído hablar a alguien. Sin que entonces lo supiera, practicábamos aquel aviso sublime: Dichoso quien tiene un monitor. Y aquel de Pitágoras: Si no tienes un amigo que te corrija las faltas, paga un enemigo para que te haga este servicio. Y el otro del Espíritu Santo: <>. 1 A más de estos amistosos entretenimientos íbamos a oír sermones, con frecuencia, a confesarnos y recibir la santa comunión. Es bueno recordar que en aquellos tiempos la religión formaba parte fundamental de la educación. Un profesor que, aún en broma hubiera pronunciado una palabra lasciva o irreligiosa, era inmediatamente destituido del cargo. Si así se procedía con los profesores; ípuede imaginarse la severidad que se empleaba con los alumnos indisciplinados y escandalosos! Todos los días de la semana se oía la santa misa y todos los alumnos debían estar provistos de un libro de oraciones y rezarlas devotamente. Al empezar la clase, se hacía el ofrecimiento de obras, seguido del avemaría; al acabar, la acción de gracias, seguida también del avemaría. El sábado todos debían dar la lección de catecismo señalada por el director espiritual y, al final de la clase, honrar a María Santísima con las letanías. En los días festivos se reunían todos los alumnos en la iglesia de la congregación. Mientras iban llegando se hacía una lectura espiritual, a la que seguía el oficio de la Virgen; después la explicación del evangelio. ((**It1.264**)) Por la tarde había catecismo, en el que todos habían de saber responder a las preguntas que hacía el director espiritual, y luego, vísperas e instrucción. Todos debían acercarse a los santos sacramentos; y para que no se descuidaran tan importantes deberes, estaban obligados a presentar mensualmente la cédula de confesión y, por Pascua, la de la santa comunión. El que no había cumplido este deber tampoco era admitido a exámenes de fin de curso, aunque hubiera brillado en los estudios. Los que por desobediencia o por no 1 Prov., XXVII, 5-6. (**Es1.223**))
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