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ejemplos que aún guardo en la memoria. Durante la
semana la Sociedad de la Alegria. se reunía en
casa de uno de los socios para hablar de religión.
A esta reunión iba libremente el que quería.
Garigliano y Braja eran los más asiduos. Nos
entreteníamos un poco en ameno recreo, con charlas
piadosas, ((**It1.263**))
lecturas religiosas, oraciones, dándonos buenos
consejos y avisándonos de los defectos personales,
que uno hubiese observado o de los que hubiera
oído hablar a alguien. Sin que entonces lo
supiera, practicábamos aquel aviso sublime:
Dichoso quien tiene un monitor. Y aquel de
Pitágoras: Si no tienes un amigo que te corrija
las faltas, paga un enemigo para que te haga este
servicio. Y el otro del Espíritu Santo: <>. 1 A más de estos amistosos
entretenimientos íbamos a oír sermones, con
frecuencia, a confesarnos y recibir la santa
comunión.
Es bueno recordar que en aquellos tiempos la
religión formaba parte fundamental de la
educación. Un profesor que, aún en broma hubiera
pronunciado una palabra lasciva o irreligiosa, era
inmediatamente destituido del cargo. Si así se
procedía con los profesores; ípuede imaginarse la
severidad que se empleaba con los alumnos
indisciplinados y escandalosos!
Todos los días de la semana se oía la santa
misa y todos los alumnos debían estar provistos de
un libro de oraciones y rezarlas devotamente. Al
empezar la clase, se hacía el ofrecimiento de
obras, seguido del avemaría; al acabar, la acción
de gracias, seguida también del avemaría. El
sábado todos debían dar la lección de catecismo
señalada por el director espiritual y, al final de
la clase, honrar a María Santísima con las
letanías.
En los días festivos se reunían todos los
alumnos en la iglesia de la congregación. Mientras
iban llegando se hacía una lectura espiritual, a
la que seguía el oficio de la Virgen; después la
explicación del evangelio. ((**It1.264**)) Por la
tarde había catecismo, en el que todos habían de
saber responder a las preguntas que hacía el
director espiritual, y luego, vísperas e
instrucción. Todos debían acercarse a los santos
sacramentos; y para que no se descuidaran tan
importantes deberes, estaban obligados a presentar
mensualmente la cédula de confesión y, por Pascua,
la de la santa comunión. El que no había cumplido
este deber tampoco era admitido a exámenes de fin
de curso, aunque hubiera brillado en los estudios.
Los que por desobediencia o por no
1 Prov., XXVII, 5-6.
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