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su lado, durante treinta y cuarenta años, no
vieron en él la menor señal para sospechar que
quisiera ganarse la estimación de los suyos,
haciendo creer que era un privilegiado en dones
sobrenaturales. Don Bosco era humilde y la
humildad aborrece la mentira. Sus narraciones
tenían siempre y únicamente por fin la gloria de
Dios y la salvación de las almas, y revestían una
sencillez que atraía los corazones. ((**It1.256**))
Jamás le oímos extravagancias, que indicaran
una fantasía desordenada, o dieran a entender amor
de novedades al exponer escenas relacionadas con
verdades católicas. Don Bosco, hablando de estos
sueños, nos dijo muchas veces: -Llamadlos sueños,
llamadlos parábolas, dadles el nombre que más os
guste, yo estoy seguro de que, al narrarlos, harán
siempre algún bien.
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