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-dijo el profesor-; qué sucede? íDíganlo en
seguida!- Y como todas las miradas se clavasen en
mí, me mandó hacer la construcción gramatical del
párrafo y repetir su misma explicación. Me puse de
pie y, siempre con el Donato en la mano, repetí de
memoria el texto, la construcción gramatical y la
explicación que acababa de hacer el maestro. Los
compañeros, casi ((**It1.253**))
instintivamente, aplaudieron entre gritos de
admiración. Imposible explicar el furor del
profesor; era la primera vez que, según él, le
fallaba la disciplina. Me largó un pescozón que
esquivé agachando la cabeza; después, con la mano
sobre mi Donato, hizo explicar a los vecinos la
razón de aquel desorden. Ellos, mientras estaba yo
a punto de declarar humildemente la cosa al
maestro, dijeron: -Bosco, con el Donato en las
manos, ha leído y explicado todo como si tuviera
delante el libro de Cornelio.- Reparó el profesor
en el Donato, me hizo continuar dos períodos más,
y después me dijo: -Le perdono su olvido por su
feliz memoria: es usted afortunado; procure
servirse bien de ella>>.
Parece que, durante los cuatro cursos del
gimnasio, hubo en Juan, a más del talento y la
memoria, otra fuerza secreta y extraordinaria que
le ayudaba. Así pensaban aquellos sus antiguos
condiscípulos que nos contaron los hechos
siguientes. Una noche soñó que el maestro había
propuesto el trabajo de examen para los nuevos
puestos y que él lo estaba realizando. Apenas se
despertó, saltó de la cama y escribió el trabajo,
que era un dictado de latín; después se puso a
traducirlo con ayuda de un sacerdote amigo suyo.
Resultó que, a la mañana siguiente, el profesor
dio, en efecto, en clase, el trabajo de examen y
precisamente el mismo tema que había soñado Juan;
de modo que, sin servirse del diccionario ni
emplear mucho tiempo, escribió en seguida su
trabajo, tal y como recordaba haberlo hecho en el
sueño y le había sido corregido, y acertó del
todo. Preguntado por el maestro, le expuso la cosa
con toda ingenuidad, causándole naturalmente una
vivísima admiración.
En otra ocasión, entregó Juan su escrito tan
pronto, que al maestro no le parecía posible que
un muchacho hubiera podido superar tantas ((**It1.254**))
dificultades gramaticales en tan poco tiempo; por
eso leyó la página con la mayor atención.
Extrañado al ver un trabajo tan perfectamente
hecho, mandó que le presentara el borrador. Juan
se lo entregó. Nueva sorpresa. El maestro había
preparado el tema la tarde anterior, y como le
parecía demasiado largo, había dictado solamente
la mitad; en el cuaderno de Juan lo encontró todo
entero, sin una sílaba más ni una menos. Qué había
sucedido? No era posible que, en tal breve tiempo,
lo hubiera copiado, y no cabía imaginar
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