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mirándole fijamente a la cara, le respondió:
-Párroco? Pero tú sabes qué quiere decir ser
párroco? Sabes tú sus obligaciones? Cuando se
levanta de la mesa después de comer o ((**It1.250**)) de
cenar, tiene que pensar: sí, yo he comido; pero, y
mis ovejitas, han podido todas matar el hambre? Si
tiene más de lo necesario, debe darlo a los
pobres. Y además, ícuántas otras gravísimas
responsabilidades! No, querido Filippello, yo no
seré párroco. Voy a estudiar porque quiero
consagrar mi vida a los muchachos.- Dicho esto,
emprendieron de nuevo la marcha a Chieri.
Filippello iba como absorto en el pensamiento del
espíritu de caridad que animaba a su querido
compañero. Don Bosco mismo recordaba este diálogo
al propio Filippello en 1884, diciéndole: -Qué? me
he hecho párroco?
No tardó Margarita en alcanzar a Juan. Al
presentarlo a la señora Lucía Matta, que debía
hospedarlo en su casa, entregándole los sacos de
comestibles, le dijo: -Aquí está mi hijo, y aquí
la pensión. He cumplido mi parte, mi hijo hará la
suya; espero no quede descontenta de él. -Y,
conmovida, pero llena de alegría, volvió hacia su
casa.
La ciudad de Chieri, a dieciséis kilómetros al
este de Turín, está situada en una llanura
suavemente inclinada hacia el sudeste, al pie de
amenas colinas que la rodean por tres lados.
Defendida de los vientos del norte, goza de un
clima salubérrimo. Tiene seis puertas de entrada a
sus hermosas calles, llenas de iglesias, palacios,
conventos y monasterios; de institutos de
educación para la juventud, entre ellos el
seminario y el Colegio de las escuelas públicas
establecido en el antiguo convento de Santa Clara;
y de varios monumentos que recuerdan las glorias
pasadas. Tiene dos parroquias: santa María de la
Escala y san Jorge. En los tiempos a que nos
referimos tenía nueve mil habitantes. Poseía
fábricas de algodón con cerca de cuatro mil
obreros, y varias hilaturas de seda con quinientos
trabajadores. Sus mercados eran de los más
importantes del Piamonte. ((**It1.251**))
Para quien se había criado en medio de los
bosques y apenas si había visto algún pueblecillo
de provincia, parece que había de causarle gran
impresión encontrarse en aquella ciudad. Pero Juan
no se dejó distraer por los nuevos espectáculos.
Si desde niño había sido celoso de ocupar el
tiempo entregándose a la lectura, mucho más ahora
que dependía solamente de él, alcanzar la meta
propuesta. Armóse de tal energía de voluntad, que
no ademitía distracción alguna. El mismo escribe:
<(**Es1.213**))
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