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ordenado sacerdote, se entregó del todo a enseñar
el catecismo y confesar; alistóse después entre
los misioneros diocesanos y recorrió predicando
muchas regiones alpinas de la Liguria, con
dificultades, pero con incalculable fruto. Nada
descubrió entonces a Juan ((**It1.243**)) los
secretos de Dios; con todo, un nuevo sueño, tenido
en aquel tiempo, parece que se relaciona con este
hecho.
En la escuela de Castelnuovo había entablado
Juan estrechas relaciones
con cierto compañero llamado Jose Turco, el cual
le llevó a visitar a su familia, dueña de una viña
en la zona llamada Renenta, lindante con la finca
Susambrino. A esa viña se retiraba Juan con
frecuencia porque estaba lejos del camino que
atravesaba el valle y era, por tanto, el lugar más
tranquilo. Subía a un ribazo, desde donde podía
vigilar si alguien entraba en su viña y en la de
Turco, y, sin ser visto, guardaba las uvas con el
libro en la mano. El padre de José Turco, que con
frecuencia se encontraba con él, le tenía un
especial afecto y poniéndole la mano sobre la
cabeza, le decía: -íAnimo, Juanito! Sé bueno y
estudia, que la Virgen te ayudará.
- En Ella he puesto toda mi confianza,
respondía Juan; pero estoy
siempre con la misma incertidumbre: querría seguir
los cursos de latín y hacerme sacerdote. Pero mi
madre no cuenta con medios para ayudarme.
- No tengas miedo, querido Juan; ya verás cómo
el Señor te allanará el camino.
- Así lo espero, terminaba Juan - y
despidiéndose, volvía a ocupar su puesto, con la
cabeza baja y repitiendo: Sí, pero...
Y he aquí que, algunos días después, el señor
Turco y su hijo le ven la mar de alegre, corriendo
y saltando por su viña, hasta llegar a ellos. -Qué
sucede, Juanito, le preguntaba el propietario, que
hoy estás tan alegre, cuando hace pocos días te
veía tan preocupado?
- Buenas noticias, buenas noticias, exclamó
Juan: esta noche he tenido un sueño, en el que vi
que continuaría los estudios, que sería sacerdote
y me encontraría al frente de ((**It1.244**)) muchos
jovencitos, de cuya educación me ocuparía durante
el resto de mi vida. De modo que ya está todo
arreglado: pronto podré ser sacerdote.
- Pero esto no es más que un sueño, observó el
señor Turco; y del dicho al hecho hay largo
trecho.
- íOh! eltrecho no es nada, terminó Juan. Sí,
me haré sacerdote, iré al frente de muchísimos
muchachos, a quienes haré mucho bien. Diciendo
esto, lleno de alegría, se fue a su puesto de
guardia.
Al día siguiente, volviendo de la parroquia,
adonde había ido para asistir a la santa misa, fue
a visitar a la familia Turco; y la señora
(**Es1.207**))
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