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<> 1; se negaba a tomar parte en él y
reprochaba a los que se
divertían de ese modo antes y después de clase.
Es fácil imaginar, bajo la dirección de tal
maestro, el progreso de
Juan en los estudios, desde abril hasta el final
de año. Se diría que
fue una época fatal y lastimosa: pero estaba
encima la divina Providencia
que dirigía los acontecimientos para formar a su
siervo en la propia vocación.
Juan Roberto era maestro de canto en la
parroquia, con lo que el
jovencito Bosco, dotado de buena voz y guiado por
él, se entregó con mucha afición al arte musical
desde comienzos del año. No sólo aprendió el canto
llano, sino que en pocos meses pudo subir al coro
y ejecutar partes musicales a solo con gran éxito.
Empezó, al mismo tiempo, a tocar el violín y a
teclear sobre un viejo clavicordio o espineta,
para poder acompañar algunas veces al órgano. En
1831, a más de las grandes solemnidades del año,
algunos acontecimientos extraordinarios reunían a
los fieles en la parroquia, y daban ocasión a los
cantores para alternar sus armonías, ora aalegres,
ora tristes. El dos de febrero era elegido el
nuevo Papa Gregorio XVI: el veintisiete de abril
moría el rey Carlos Félix, último soberano de la
línea primogénita de la Casa de Saboya, y le
sucedía en el trono Carlos Alberto, primero de la
Casa Saboya-Carignano, el cual abría al culto en
Turín la iglesia de la Gran Madre de Dios
comenzada en 1818; y el seis de agosto entregaba
su alma al Creador el arzobispo monseñor
Chiaverotti.
Estos ejercicios musicales fueron de
incalculable utilidad para Juan. El buen Roberto
estaba entusiasmado con su alumno y, sin saberlo,
cooperaba con sus lecciones a los designios de
Dios. Su casa era la única escuela en la que
((**It1.233**)) el
querido joven hubiera podido aprender a cantar con
relativa perfección: en cualquier otro lugar,
adonde la madre le hubiese enviado, especialmente
si hubiese ido a Chieri aquel año, se habría
quedado, con toda probabilidad, sin tan preciosa
instrucción. Era necesario que el amor y
conocimiento de este arte se desarrollara en él,
pues debía ser la vida de la institución que la
Providencia quería fundar por su medio. La perenne
alabanza, que se alzaría de un extremo al otro del
mundo al otro del Altísimo, es la expresión de la
continua alegría que debe reinar en el corazón de
los hijos de Dios. Cuántos jovencitos hubieron de
exclamar
//1 La <> seguramente era la pídola
o dola, o fil derecho, que es lo mismo; se trata
de un juego de muchachos, en el cual uno,
designado por suerte, se pone encorvado para que
los otros salten por encima de él, dándole, a
veces, un taconazo o espolique. (N. del T.)
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