Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es1.190**) Juan Roberto, buena persona, a cuya casa volvía a la hora de comer. Si al anochecer, se desencadenaba la tormenta, se quedaba en el pueblo, y dormía en un tabuco bajo una escalera, donde una buena familia le dejaba acostarse. Es el señor Pompeyo Villata quien nos contó haber oído estas cosas en su propia familia. Mamá Margarita, por razones económicas, y porque le dolía tener al hijo lejos de sus ojos, permitió al principio que hiciera aquellas caminatas; pero no tardó en ver la necesidad de buscarle alojamiento en Castelnuovo, porque el invierno era cada vez más crudo. Poniéndose de acuerdo, podía pagar el pupilaje con legumbres, con vino, o con otros productos. Por otra parte, Juan era muy apreciado por todos los de la aldea. Y éstos, temiendo que no contara con los suficientes medios para continuar los estudios, parece que en alguna ocasión hicieron entre ellos una colecta, y rogaron a Margarita la aceptara para sus pobres. Segundo Matta aseguraba haberle dado una vez media hemina de trigo. Así que Margarita ((**It1.221**)) puso a pupilo a su hijo en casa del antedicho Juan Roberto, sastre de profesión y muy aficionado al canto gregoriano y a la música vocal. Ella misma le acompañó a Castelnuovo y al despedirse, le dio un precioso consejo: -íQue seas devoto de la Virgen! -La noticia de la llegada de Juan excitó la curiosidad de muchos por conocerle. Ya eran sabidas sus pequeñas hazañas en Castelnuovo. Algunos chiquitos de la familia de monseñor Cagliero, cuando pasaban los muchachos camino de la escuela, salían a la puerta sólo para ver pasar a Juan Bosco. Todavía ahora recuerdan su aspecto modesto, recogido, humilde, con sus libros bajo el brazo, caminando solo o con algunos compañeros de los más formales. Vestía una chaqueta gastada, no muy ajustada a su cuerpo y de hechuras poco agradables para quien deseara hacer buena figura. Muchos jovencitos de Castelnuovo, por pertenecer al barrio más importante de la villa, se daban cierto aire de suficiencia, creyéndose los legítimos vecinos y mirando a los de los caseríos como a gente vulgar y de inferior condición. Por eso, a los comienzos, envalentonados por el aspecto sencillo de Juan, no dejaron de reírse y bromear con su vestido, y muchas veces acercándosele de puntillas le daban un tironcito del faldón de la chaqueta y se retiraban a prisa a cierta distancia. -Esa chaqueta, decían unos a otros, seguramente se la ha regalado el párroco. Es una preciosidad. íSi sería de su abuelo! -Juan no se alteraba nunca, aguantaba con paciencia las burlas y molestias. Alguna vez se volvía sonriendo hacia aquellos botarates y les decía amablemente: -Chiquillos, estad quietos, dejadme en paz. Os doy yo algún fastidio? -Además, los (**Es1.190**))
<Anterior: 1. 189><Siguiente: 1. 191>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com