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Miguel, a la vuelta de Chieri, cumplió su palabra
y fue a visitar a la hermana. Antonio guardó un
silencio prudente. Llamaron a Juan, que estaba
todavía escondido, y quedaron felizmente allanadas
todas las dificultades. Así lo narró el señor
Gamba de Buttigliera, el cual, aunque jovencito en
aquel momento, había ido a I Becchi con sus padre
y, más tarde, aprendió de Juan los primeros
rudimentos de lectura y escritura. Miguel marchó
en seguida con Margarita a ver al párroco de
Castelnuovo, don Bartolomé Dassano, y le suplicó
que tuviera a bien dar clase a Juan dos o tres
días a la semana. Pero don Dassano le dijo que no
podía satisfacer su deseo a causa del mucho
trabajo de la parroquia. Es verdad que le ayudaban
dos vicarios, pero también ellos, añadió, andaban
sobrecargados de trabajo y no se atrevía a
imponerles esa tarea. Así que aconsejó que se
presentara al párroco de Buttigliera de Asti, el
cual, tal vez pudiera atenderle: allá se fue
Miguel, pero recibió la misma negatia por
idénticas razones. No se sabe por qué Margarita no
pidió desde el primer momento ((**It1.210**)) al
querido don Calosso que se encargara de nuevo de
la instrucción de su hijo. Tal vez no había
abandonado del todo la idea de tenerle lejos de
casa; tal vez los achaques de la vejez habían
obligado al buen sacerdote a guardar cama; o tal
vez también, asuntos urgentes le habían
constreñido a alejarse de su capellanía encargando
a otro sacerdote de suplirlo en sus funciones.
Fuera como fuere, el hecho es que, durante algún
tiempo, Juan no pudo estudiar y se dedicó a ayudar
a la familia en los trabajos del campo y del
huerto.
Pero él continuaba cultivando con constancia
las prácticas de piedad, a pesar de la no corta
distancia de la capilla del caserío, edificando a
todos con su buen ejemplo. Los domingos iba con
gusto a la parroquia, como había hecho los años
anteriores, para oír la santa misa, la explicación
del evangelio, y asistir a todos los ejercicios
espirituales,
aún los extraordinarios, que allí se practicaban.
Cuenta Juan Filippello, que iba con él al
catecismo: <>. - El mismo
Filippello, que fue siempre su íntimo confidente y
testigo de sus hechos, afirmaba: <(**Es1.182**))
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