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CAPITULO XXIII
JUAN VUELVE A I BECCHI -DEJA UN GRATO RECUERDO DE
SU ESTANCIA CON LOS MOGLIA -DE NUEVO, TENTATIVAS
INFRUCTUOSAS PARA REANUDAR LOS ESTUDIOS
-VIDA EDIFICANTE ENTRE LOS COMPAÑEROS -LAS MADRES
LE PROPONEN A SUS HIJOS COMO MODELO DE VIRTUD
YA hacía casi dos años que Juan se encontraba con
los Moglia. Se sentía unido a aquella honrada
familia por el más vivo reconocimiento. El señor
Luis, como prueba de su satisfacción, había dado a
Margarita treinta liras al acabar el año 1828 y
otras cincuenta en el otoño de 1829. Mas, he aquí
que, a fines del mes de diciembre, hacia las ocho
de la mañana de cierto día, pasó por allí el
hermano de Margarita, Miguel Occhiena, camino del
mercado de Chieri y, al ver al sobrino que, en
aquel momento, sacaba el ganado del establo, le
preguntó: -Qué, Juan, estás contento?
- No puedo estarlo, porque sigo con el deseo
vivísimo de estudiar; veo que los años pasan y yo
estoy siempre en el mismo punto.
- Ea, pobrecito mío, ten buen ánimo y déjalo de
mi cuenta; yo lo arreglaré. Deja el ganado a tus
amos, vuelve junto a tu madre y dile que pronto
pasaré yo hablar con ella.
- Pero, mi madre me va a reñir, si me ve volver
a casa.
-Haz lo que te digo: estáte tranquilo; yo lo
arreglaré todo, fíate de
tu tío. Ahora voy al mercado y al volver iré a
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con tu
madre, y ya verás cómo se cumplirán tus deseos. Si
fuere menester, yo pondré mi parte. Te gusta así?
Juan obedeció. Los amos se extrañaron al verle
volver con las vacas
tan pronto; pero admitieron sus razones y le
dejaron partir, augurándole
que, según su deseo, llegara a ser sacerdote. Juan
se alejaba de aquella granja tan hospitalaria
profundamente conmovido. A cada paso se volvía
hacia atrás para despedir a sus amigos y
bienhechores que, desde la puerta de su casa, le
seguían con los ojos empañados en lágrimas. íNo es
posible expresar con palabras cuánto
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