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iniciadas, que se convirtieron después en un
verdadero oratorio festivo.
Juan, entre tanto, después de mucho insistir
para poder disponer los domingos del salón de la
escuela municipal, logró su intento. Allí,
presididos por el pobre mocito de cuadra, se
reunían en los días festivos los muchachos del
lugar y empezaban su entretenimiento con la
lectura de un libro devoto. Pero no era esto todo.
Después de misa mayor, todos los chiquillos se
quedaban en la iglesia parroquial y hacían con
toda solemnidad el Via Crucis, cantando los
versículos y las estrofas del Stabat Mater. El
párroco se conmovía hasta las lágrimas al ver
florecer tanta piedad entre la parte más escogida
de su grey. También los adultos se sentían
atraídos a la iglesia por la novedad y el buen
ejemplo producía sus frutos. Juan pasaba en
Moncucco el día festivo entero, y por la tarde,
rodeado de los muchachos de su aldea, volvía a
casa de los amos cantando alegremente por el
camino.
Para un fino observador de los pasos y palabras
de Juan, como era el teólogo Cottino, no quedaban
escondidos el talento, la memoria, el criterio de
aquel jovencito y, por consiguiente, ((**It1.203**)) su
aptitud para triunfar en los estudios. Conversando
algunas veces familiarmente con él en su casa y
conociendo hasta sus más ocultos pensamientos, se
declaró dispuesto, si fuera posible, a enseñarle
las reglas de la sintaxis latina. Ante sus vivas
instancias y después de repetir a sus amos que
estaba dispuesto a privarse de su pequeño salario,
ellos le dieron permiso para ir de vez en cuando a
la casa parroquial, en las horas de menor urgencia
del trabajo. Pero los días de clase debieron ser
raros. Siendo como era la distancia de más de una
milla, cómo podía ausentarse de la granja por más
de tres horas, sin menoscabo de los deberes de su
estado? Y, a qué hora y con qué atención habría
podido ocuparse regularmente de los ejercicios
escritos y de aprender de memoria las lecciones?
Era una nueva tentativa de fracaso para salir
adelante en los estudios; pero no fue tiempo
perdido, porque el Señor disponía las cosas de
modo que después se pudiera decir de él: <>. 1
Entretanto, en este mismo año 1829, hubo
algunos acontecimientos
//1 Sabiduría, X, 10.//
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