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por aquel llanto, persuadió al marido par que lo
tuviera en casa al menos unos días, y Luis no puso
resistencia a la súplica de su buena mujer.
Entonces una hermana del dueño, llamada Teresa, de
quince años, que de mala gana cumplía el encargo
de cuidar la vacada, les dijo:- Que se encargue
este muchacho de guardar las vacas y los bueyes;
yo ya tengo edad y fuerzas para ir al campo y
trabajaré con vosotros y tanto como vosotros. - A
los parientes les pareció bien. Y Juan se entregó
con esmero a los trabajos propios de un criado del
campo y a cuidar el establo.
Aunque más tarde hiciese él mismo frecuentes
alusiones al tiempo pasado con los Moglia y dijese
que había sido aquélla la época más ((**It1.194**)) hermosa
y romántica de su vida, cuando a solas del todo
salió a buscar fortuna por el mundo, con todo no
quiso añadir más a los que le preguntaban, ni dejó
escrito nada en sus memorias sobre ello. Fue éste
el tiempo en que practicó las virtudes más
sólidas, apoyadas en la santa humildad. Sólo una
vez se le oyó exclamar: - Desde entonces, apenas
abría los ojos por la mañana, empezaba en seguida
a hacer algo, algo que continuaba hasta la hora de
ir a dormir.- Pero si él calló, a su tiempo
hablaron los espososo Moglia, sus hijos, los
vecinos, el párroco de Moncuccco, don Francisco
Martina, sucesor de don Cottino, de quienes hemos
recibido las noticias que vamos a exponer. Se
cumplió en Juan el dicho de los Proverbios: <>.
Los amos, al ver la exacta obediencia de Juan a
sus mandatos, su
desenvoltura y constancia en el trabajo, su
modestia y espíritu de oración, se dieron cuenta
del tesoro que poseían y cada día le querían
más. Por eso, a la semana de haber entrado a su
servicio, el dueño le envió a I Becchi para que
instara a su madre a ir el jueves siguiente a
Castelnuovo, adonde él iría, para ajustar con ella
el salario de Juan. La madre se apresuró a ir a la
granja de los Moglia, para decir al señor Luis que
le estaba muy agradecida por haber tomado a su
hijo y que no pretendía ningún salario. Pero el
dueño tuvo a bien acordar que Juan, a más de la
comida necesaria, recibiría como paga quince liras
al año para ropa. Es de notar que, en aquel
tiempo, ((**It1.195**)) esa
retribución era más bien generosa para un vaquero
de catorce años. Desde aquel momento, Juan fue uno
más dentro de aquella caritativa familia.
Ya desde el pricipio empezó a edificar a todos
con su irreprochable
conducta. En las primeras semanas, arrodillado
juanto a su
//1 Proverbios, XXVII, 18.//
(**Es1.170**))
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