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míos, que no son malos, pero que se hacen tales
porque nadie se ocupa de ellos. - La franqueza y
audacia en el hablar del niño causó gran impresión
al santo sacerdote, que, mientras Juan hablaba, no
le quitaba los ojos de encima. Llegados entretanto
a un determinado punto del camino, en que era
menester separarse, le dejó diciendo: -Sabes
ayudar a la santa misa?
- Sí, un poco.
- Ven mañana a mi casa. Tengo algo que decirte.
- Y así le dejó.
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Juan se presentó puntualmente en San Pedro, en
casa del capellán, y le ayudó a misa. Don Calosso,
le llevó luego a su casa y una vez allí le dijo:
-íMira! Ahora necesito escribir el sermón del
misionero. Serías capaz de dictármelo?
- No hay dificultad; pero yo no lo sé en
italiano.
- No importa, dicta como sepas.
- Si es así, póngase a escribir, dijo Juan. -
El capellán se sentó al
escritorio y Juan le dictó el sermón entero de
cabo a rabo, hasta dejar
al buen sacerdote pasmado ante memoria tan
sorprendente. Cuando Juan llegó a sacerdote,
repitió varias veces aquel mismo sermón y lo
recordó por entero hasta sus últimos días. Al fin,
el capellán le dijo: -íAnimo!, yo pensaré en ti y
en tus estudios. Ven a verme con tu madre el
domingo y lo arreglaremos todo.
íSe puede imaginar la alegría de Margarita ante
tal noticia! Al
domingo siguiente fue con su hijo a visitar a don
Calosso. Cuando el
capellán la vio, le dijo: -No sabe usted que el
chico es un portento
de memoria? Hay que hacerle estudiar.
- íCómo lo desearía yo!, respondió Margarita;
pero tengo muchas y serias dificultades. De usted
saber que son tres hermanos y éste es el más
pequeño. El mayor no quiere de ninguna manera y
nos pondría la casa patas arriba.
- íNo importa!, concluyó el buen sacerdote;
todo se arreglará. Haga usted todo lo que pueda y
sepa, pero ponga este chiquito a estudiar,
porque ésa es la voluntad de Dios.
- Puede estar usted seguro de que haré cuanto
pueda para satisfacer
su deseo, que es también el mío - terminó
Margarita dándole las gracias. Y se convino que él
mismo, don Calosso, daría ((**It1.180**)) clase a
Juan un rato cada día, a fin de que trabajase el
resto en el campo para condescender con su hermano
Antonio. Este, al enterarse de la determinación de
la madre, se enfadó muchísimo, pero se calmó, al
saber que las clases comenzarían después del
verano, cuando ya no hay mucho trabajo en el
campo.
(**Es1.159**))
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