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- Pero ahora es de noche y no es humano
despedir a la gente de esta manera.
- íFuera, fuera de casa! -continuaba Margarita.
Si usted no sabe cómo hacerlo, yo sí sé lo que hay
que hacer. - Y, acercándose a la puerta y alzando
la voz, de modo que pudiera ser oída por quien se
encontraba dentro: -íFuera de aquí, servidor del
diablo! íFuera, fuera! - Mientras tanto, la gente,
que había visto a Margarita dirigirse hacia allá,
adivinando su intención, la había seguido formando
un grupo a cierta distancia. Ante la bulla de la
multitud que se había acercado, y la voz de
Margarita, aquel hombre hubiera preferido estar a
miles de millas; buscó una salida para zafarse, se
alejó a todo correr y no volvió a aparecer por
aquellos contornos.
Todavía otro hecho. Habitaba por allí un hombre
que tenía en su casa a una persona, cuya fama
dejaba mucho que desear. Cayó gravemente enfermo y
Margarita se presentó a visitarle; llamó a aquella
persona y trató de persuadirla, con modales
delicados y prudentes, a que saliera de aquella
casa y volviese a la suya, que se encontraba
cerca; pero ella, obstinada, respondió que no se
movería de allí; y no hubo modo de hacerle entrar
en razón. Mientras tanto, el enfermo estaba ya en
las últimas y se avisó al vicario, un tal don
Cámpora, el cual, dada la distancia entre la
parroquia y aquella casa, se llevó consigo el
Santo Viático, para administrar el sacramento sin
tener que volver a la iglesia. Margarita, al saber
que se acercaba el Santo Viático, y angustiada por
el estado de aquella alma que estaba a punto de
presentarse ante el tribunal de Dios, y por el
escándalo que se habría seguido, si antes no se
viera quitada la ocasión próxima, fue de nuevo a
casa del enfermo. Cuando el sacerdote,
desconocedor del caso, depositó sobre ((**It1.167**)) la
mesita el sagrado copón, ella se acercó
respetuosamente y tomándole aparte le dijo: -Debo
decirle
que en esta casa hay una persona, cuya presencia
es motivo de escándalo.
- Y quién es usted?, preguntó el sacerdote.
- Perdone, no importa saber quién sea yo. Se lo
digo porque no me parece conveniente administrar
el Viático, si antes no sale esa persona de esta
casa. Yo he intentado varias veces sacarla de
aquí, pero desgraciadamente no lo he logrado.
- Está usted segura de lo que dice?
- Llame a esa persona, pregúntele y, por sus
palabras, podrá usted
mismo deducir si es verdad lo que digo. - El
sacerdote hizo llamar en seguida a la interesada,
que se presentó con una desenvoltura impropia del
lugar y del que la había llamado. El sacerdote le
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