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((**Es1.130**) cara burlona aparecía y desaparecía y se reía con los demás o despreciaba al pequeño artista. - íQué tonto eres, le decía alguna vez, hacer que todos se burlen de ti de esa manera! - Pero los espectadores no le hacían caso y reventaban de risa con los juegos, las ocurrencias y las bromas de Juan y le aplaudían. A veces, cuando todos estaban atentos y con la boca abierta, esperando algún nuevo juego de prestigio, Juan suspendía de repente los juegos y les hacía cantar las letanías o rezar el rosario, si antes no lo había hecho. Les decía: - Todavía quedan muchas cosas interesantes por ver, pero, antes de terminar, quiero que recemos todos juntos una oración. - Escogía este tiempo en medio de la diversión, poque si hubiera esperado a pedírselo al final, todos se habrían marchado. ((**It1.141**)) Después de varias horas de entretenimiento, ya al anochecer, cuando el pequeño saltimbanqui se encontraba cansado, cesaba todo pasatiempo, se hacía una oración cortita y cada cual marchaba a su casa. Quedaban fuera de estas reuniones los que hubieran blasfemado, hablado mal o no quisieran tomar parte en las prácticas religiosas. Alguno de nuestros lectores se preguntará: -De dónde sacaba el dinero para ir a las ferias y mercados y ver allí a los charlatanes, como se ha dicho en uno de los capítulos anteriores, y para proveerse de los enseres necesarios para estas diversiones? - Solía hacerlo de mil diversos modos. Las moneditas que su madre u otros parientes le daban para divertirse o para golosinas, las propinas, los regalos, todo lo guardaba para ese fin. Tenía, además, una gran pericia para cazar pájaros con la trampa, la jaula, la liga y los lazos; y sabía mucho de nidos. Cuando había recogido unos cuantos, encontraba la manera de venderlos convenientemente. Además, hacía sombreros de paja y los vendía a los campesinos en los mercados; fabricaba jaulas de caña para cazar pájaros por medio de reclamos bien amaestrados. Las setas, las hiebas colorantes y el brezo constituían para él otra fuente de ingresos. Había aprendido también, y era sumamente hábil el ello, a hilar estopa, algodón, lino, florones de capullos de seda, hasta el punto de dar klecciones en este arte a los vecinos que acudían a él. También lograba con éxito hacer la calceta; por eso, ya en el Oratorio, él mismo componía a lo mejor los calcetines rotos. Hasta la caza de culebras le servía de fuente de ganancias. Cuando descubría alguna en un campo, se acercaba, corría tras ella y le asestaba un golpe con una piedra lanzada con tino; mas, si el reptil huía y lograba meter la cabeza por alguna hendidura ((**It1.142**)) entre los escombros o debajo de alguna raíz, entonces Juan lo agarraba por la cola, lo mantenía (**Es1.130**))
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