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((**Es1.124**) pero no tuvo tiempo de abrir las mandíbulas. Don Bosco, con una sola mano, le apretó las fauces con tanta fuerza, que el caballo, por mucho que sacudía la cabeza, no pudo liberarse. Se encabritó, se puso furioso, daba coces, pero don Bosco lo mantuvo apretado con su mano como con unas tenazas. Todos estaban asustados y maravillados con tanta fuerza. Mientras tanto, don Bosco dijoa al cochero y a uno de los mozos de caballos que tomaran una cuerda, hicieran un lazo y ataran las patas traseras del animal. Así lo hicieron y cuando el caballo estuvo bien trabado, él se fué retirando poco a poco y dejando libres las mnadíbulas del animal apenas se vio a la distancia necesaria para no ser mordido. Al subir al coche, todos preguntaban: - Quién es este sacerdote con tanta fuerza? Algún año más tarde, encontrándose en casa del profesor don Mateo Picco, llegaron unos obreros con un piano, embalado en un cajón, precintado con llantas de hierro bien ajustadas. Don Picco, que tenía ganas de ver en seguida la compra que había hecho, estaba apurado buscando en vano un martillo, las tenazas u otra herramienta para abrir el cajón. Don Bosco examinó las llantas y metió los dedos en la unión de los dos extremos de una de ellas. Pronto cedieron y se soltaron; así fue haciendo con las demás y con las tablas, que estaban bien sujetas con largas puntas. Ante el crujir de la caja, ante aquel destrozo, ante la rapidez de la operación, don Picco miraba asombrado a don Bosco sin pronunciar palabra. Cuando en 1883 estuvo en París, fue invitado a comer por una ilustre familia y presentaron en la mesa unas nueces ((**It1.134**)) de cáscara durísima. Los convidados esperaban a que les llevaran los cascanueces. Don Bosco, que tenía cerca la fuente de las nueces, sin dejar de conversar con sus vecinos, tomó algunas y fue partiéndolas solamente con los dedos, distribuyéndolas entre los comensales, que disfrutaban sintiéndose felices, al verse servidos por un hombre hacia el que sentían tanta veneración. Al principio creyeron que tenía en las manos un cascanueces, pero al descubrir que empleaba sólo los dedos, exclamaron maravillados: - íRompe cáscaras tan duras, gracias a la bendición de Maria Auxiliadora! - En el año 1884, cuando ya contaba 69 años, estando enfermo en cama, gastado por los muchos trabajos sobrellevados en su vida, el doctor que le atendía quiso ver hasta dónde llegaban sus fuerzas. Llevó un manómetro y, antes de presentárselo, le dijo: - Don Bosco, apriéteme la muñeca con todas sus fuerzas. - Señor doctor, respondió don Bosco; usted no conoce mi fuerza. (**Es1.124**))
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