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((**Es1.122**) bras del sueño fueron una gracia. Sus miembros eran más bien de complexión débil; la estatura, normal; estrecho de hombros; sus manos, pequeñas, delicadas y suaves. Sin embargo, su fuerza muscular no tardó en manifestarse verdaderamente prodigiosa e iba desarrollándose con sus ejercicios de gimnasia y con los diversos trabajos domésticos. Trituraba con los dientes el hueso de los melocotones y albaricoques, por duro que fuera. Cascaba nueces, avellanas y almendras sólo con los dedos pulgar e índice de la mano derecha o de la izquierda. Hacia pedazos sin gran esfuerzo las varillas de hierrro, que comúnmente se usan como balaustres en los balcones. Cuando ponía en fila a los muchachos para enseñarles gimnasia, si alguno se salía de sus sitio, él, sonriendo lo levantaba con una sola mano por el brazo y lo colocaba al final del grupo. No parezca extraño que anticipemos la narración de algunos episodios posteriores; porque, siguiendo el orden cronológico, nos ((**It1.131**)) resultaría embarazoso e interrumpiría el hilo de nuestra historia en sus momentos más solemnes. En Chieri se sirvió de esta fuerza para deshacerse de quienes le querían obligar a juegos que no le cuadraban. Cuando cursaba retórica, un día, al dirigirse a su sitio de clase, cuatro compañeros se echaron sobre él, uno tras otro. Juan aguantó; pero cuando tuvo a los cuatro colgados sobre sus hombros, agarró por los brazos al que estaba encima de todos y los apretó de tal modo que los que estaban debajo quedaron sujetados; se levantó después y los condujo al patio, en presencia de los profesores que reían de buena gana, mientras ellos gritaban pidiendo clemencia: finalmente, con la mayor facilidad, los llevó de nuevo a la clase. Desde entonces ya no se atrevieron a importunarle más. En aquella edad era capaz de llevar a cuestas sin dificultad veinte rubios 1. Siendo ya sacerdote y durante los primeros años de su estancia en Turín, sucedió que, yendo por los soportales de la feria, se topó con un grupo de personas junto a la puerta de un almacén. Conocía él en la plaza a comerciantes, faquines, a las pandillas de pilluelos que por allí se congregaban, de modo que se sentía como en su casa y entre amigos. Teniendo en cuenta esto y la condición de aquellos tiempos, no hay que extrañarse de lo que vamos a contar. Don Bosco, //1 Rubio: medida de peso, variable según los lugares. En la obrita <> escrita por don Bosco, en 1849, él mismo establece la comparación entre las medidas antiguas y las decimales. Según él, un rubio equivalía a 9.222 gramos. La obra puede verse en Opere Edite, de don Bosco, vol. IV, pág. 39. Según estos datos, el peso que, según Lemoyne, era capaz de llevar don Bosco serían unos 185 Kg. (N. del T.)// (**Es1.122**))
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