((**Es1.117**)
que se me hablase de modo que pudiera comprender,
pues no alcanzaba a entender qué quería
representar todo aquello. Entonces ella me puso la
mano sobre la cabeza y me dijo: -A su debido
tiempo todo lo comprenderás. Dicho esto, un ruido
me despertó y desapareció la visión. Quedé muy
aturdido. Me parecía que tenía deshechas las manos
por los puñetazos que había dado y que me dolía la
cara por las bofetadas recibidas; y después, aquel
personaje y aquella señora de tal modo llenaron mi
mente, por lo dicho y oido, que ya no pude
reanudar el sueño aquella noche.
Por la mañana conté en seguida aquel sueño;
primero a mis hermanos, que se echaron a reír, y
luego a mi madre y a la abuela. Cada uno lo
interpretaba a su manera. Mi hermano José decía:
-Tú serás ((**It1.126**)) pastor
de cabras, ovejas y otros animales. -Mi madre:
-íQuién sabe si un día serás sacerdote! -Antonio,
con dureza: -Tal vez, capitán de bandoleros. -Pero
la abuela, analfabeta del todo, con ribetes de
teólogo, dio la sentencia definitiva: -No hay que
hacer caso de los sueños. -Yo era de la opinión de
mi abuela, pero nunca pude echar en olvido aquel
sueño. Lo que expondré a continuación dará
explicación de ello. Yo no hablé más de esto, y
mis parientes no le dieron la menor importancia.
Pero cuando en el año 1858 fui a Roma para tratar
con el Papa sobre la Congregación salesiana, él me
hizo exponerle con detalle todas las cosas que
tuvieran alguna apariencia de sobrenatural.
Entonces conté, por primera vez, el sueño que tuve
de los nueve a los diez años. El Papa mandó que lo
escribiera literal y detalladamente, y lo dejara
para alentar a los hijos de la Congregación; ésta
era precisamente la finalidad de aquel viaje a
Roma>>.
Después de este sueño se acrecentó en Juan el
deseo de estudiar para atender a los jovencitos y
hacerse sacerdote. Pero a ello se oponían
graves dificultades, por la penuria de la familia
y también por la resistencia de su hermanastro
Antonio, que quería se entregara a los trabajos
del campo como él. Veía con malos ojos que el
hermano más pequeño se dedicara a los estudios.
De este sueño, que se presentó y desarrolló en
su mente una y otra vez, durante cerca de
dieciocho años, don Bosco no quiso contar sino una
mínima parte. Pero, en los últimos años de su
vida, afirmaba que, aunque el cuadro general de
esta aparición era siempre el mismo, con todo,
cada vez iba acompañado de una gran variedad de
escenas accesorias siempre nuevas. ((**It1.127**)) Y
añadía que, desde entonces, conoció y luego vio,
aún más claramente, no sólo la fundación del
Oratorio y la expansión de su misión, sino,
además, los
(**Es1.117**))
<Anterior: 1. 116><Siguiente: 1. 118>