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palabras y con tal exactitud como si las leyera en
un libro. Lo mismo puedo asegurar de muchos otros
hechos que tuvo la bondad de contarme y que yo
atesoré para mis queridos hermanos.
Otra fuente de la cual sacamos también estas
noticias es un precioso
manuscrito, que ocupa algunos cuadernos, de puño y
letra del mismo don Bosco, en el que redacta su
autobiografía hasta el año 1855. Sentía suma
repugnancia al escribir sobre sí mismo, pues
conocía el aviso del Espíritu Santo: <>. 1 Pero, en 1858 el
Sumo Pontífice Pío IX le aconsejaba redactar esas
páginas, y en 1869 se lo mandaba, de modo que
hacia el 1870, tuvo que poner manos a la obra por
obediencia. Estos escritos, mientras él vivió, los
mantuvo cuidadosamente escondidos y sólo se
encontraron después de su muerte, al inventariar
sus papeles.Contituyen un monumento admirable de
humildad. Describe con sencillez lo que él
considera como prueba de la intervención divina en
su misión y en sus obras; se detiene en relatar
concisamente sus hechos, en primer lugar con los
niños de Castelnuovo y de Chieri,
luego en Turín y en el Oratorio; no dice nada que
pueda revelar sus actos de virtud y, como Moisés y
San Pablo, enjuicia severísimamente algunas de sus
acciones, de manera que sorprende al lector que no
le hubiera conocido ((**It1.122**)) y al
cual no le hubiesen llegado noticias de testigos
contemporáneos.
En las primeras páginas se lee un sueño, que
vamos a transcribir
fielmente, al igual que nos serviremos
literalmente de su narración a lo largo de esta
historia. El manuscrito lleva en su comienzo el
siguiente
título: Memorias del Oratorio de 1835 a 1855.
Exclusivamente para los socios salesianos. Para la
Congregación Salesiana. En la introducción, él
mismo expone el motivo que le indujo a escribir
estas memorias.
<(**Es1.114**))
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