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por su misma declaración, que para mantener este
generoso propósito tuvo que hacerse no poca
violencia, aún más tarde, en medio de los buenos
muchachos que acogía en el Oratorio. De todo esto,
como reprochándose a sí mismo, escribió una
memoria, de la que hablaremos pronto, para
instruir a sus hijos salesianos, con el fin de que
no se engañaran contrayendo amistades que,
iniciadas por motivos espirituales, pueden tal vez
ser lazos fatales para las almas incautas.
De las palabras de don Bosco se desprende un
rayo de luz hermosísima,
que ilumina toda su juventud y revela un mundo de
virtudes escondidas a los ojos de los hombres. Un
corazón capaz de desprenderse de los afectos
terrenos, en los años de mayor fogosidad, para
darse totalmente a Dios y que persevera en su
decisión, no es creíble que haya sido contaminado
por la culpa.
De él se puede afirmar lo que se dice en el
Eclesiástico: <> 1.
// 1 Eclesiástico, LI, 19-20 //
(**Es1.112**))
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