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de cierto saltimbanqui para sacar muelas, arte en
el que se demostraba
gran experto; y con su diligencia había llegado a
conocer el modo de manejar la llave inglesa, la
conformación de la muela encajada en la encía, y
el movimiento de la mano para arrancarla de un
solo tirón.
La asiduidad de Juan a tales espestaculos en
las ferias, su atención,
las observaciones que hacía , ciertas preguntas,
habían despertado
sospechas y desconfianzas en los charlatanes de
costumbre, los cuales se mostraban molestos con su
presencia, pues ya le conocían como uno que
trataba de robarles su oficio. Más de una vez se
dieron cuenta de que había descubierto el truco. Y
esto les fastidiaba no poco. Consiguientemente,
buscaban cualquier medio para distraer hábilmente
su atención, volviéndole la espalda o colocando en
medio alguna persona, de modo que no pudiera ver
la mesa. Pero ((**It1.107**)) Juan se
cambiaba de sitio y se colocaba siempre frante a
ellos, así que resultaban inútiles todas sus
precauciones.
Entre las varias anécdotas que le ocurrieron
por aquellos tiempos, no quiero dejar de contar la
siguiente, que él mismo narraba después a sus
muchachos para entretenerlos. Son para nosotros
recuerdos tan gratos que, casi nos parece oír
todavía su voz bondadosa, que en nuestra juventud
nos hizo pasar muchas horas felices de expansión.
De sus labios fluían continuamente las ocurrencias
y las narraciones amenas. Esta jovialidad marcó el
carácter de toda su vida, aún en medio de las
preocupaciones más difíciles y de los más graves
disgustos.
Pues bien, había llegado a la plaza del pueblo
vecino uno de esos charlatanes ambulantes, con su
música y su bombo. Abriéndose paso entre la
multitud, Juan se acercó hasta colocarse junto al
carro. El charlatán, que ya le conocía, quería
alejarse de allí, pero no hubo manera. -La plaza
es pública;- decía Juan. Desde lo alto del carro
empezó el charlatan a referir sus patrañas: que
había estado con el Gran Mogol, que había
recorrido toda China, que era amigo de los
príncipes de Persia, que había curado
milagrosamente al gran Kan de Tartaria, al Micado
de Japón, etc.,etc.,etc. Seguía diciendo que, por
el bien de la humanidad, había realizado profundos
estudios acerca de las hierbas a la luz de la
luna, y había descubierto secretos de la
naturaleza, tan beneficiosos que asombrarían al
mismo Salomón si aún viviese en este mundo. Y
aumentando la voz, anunciaba urbi et orbi que
había encontrado un medio milagroso para sacar las
muelas de su auditorio, con una espada, con un
martillo, o con los dedos, sin que el paciente
sufriera ningún dolor. decía que esto había
(**Es1.103**))
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